Panorama económico de Argentina

Argentina ya tiene un nuevo presidente: Alberto Fernández es el habitante de la Quinta de Olivos y ya tiene su oficina en la Casa Rosada. Por supuesto, dadas las circunstancias políticas, el papel de su vicepresidente es igualmente esencial: Cristina Fernández ya es la cabeza del Senado y es la segunda en la cadena de mando del país. 

 

Como era de esperar, la ceremonia de inauguración en la que el nuevo presidente toma posesión del cargo (la ceremonia no se celebró hace cinco años por capricho del anterior presidente) tuvo varios momentos interesantes. 

 

Los presidentes saliente y entrante estaban en la cima de sus gestos de cortesía. Se saludaron afectuosamente, compartieron un sincero abrazo e intercambiaron algunas palabras de buenos deseos y gratitud. 

 

El comportamiento de Cristina fue vergonzoso. Cuando Macri extendió la mano para saludarla, ella miró hacia otro lado en un claro signo de desprecio. Más allá de las cuestiones personales, la situación y el escenario requerían una actitud diferente. Macri y Alberto cumplieron. Ella no lo hizo.

 

Hubo desvanecimientos y cánticos, pero Macri no recibió ni insultos ni silbidos. Los antiguos funcionarios temían un escenario hostil, pero el público peronista, más allá de cantar efusivamente el himno nacional, era más respetuoso que el ex presidente, Christina. El desaire se reflejó mal en ella, e inmediatamente se convirtió en un tema de discusión en los medios sociales.

 

En su discurso, Alberto hizo un llamamiento para poner fin a la «división» y apeló a que la gente se uniera como argentinos más allá de sus diferencias políticas e ideológicas. Aunque fue mucho más claro que Macri en cuanto a la importante deuda que había heredado, el nuevo presidente dejó claro que no habrá un plan económico concreto en el futuro inmediato. 

 

En otras palabras, el plan es que no hay ningún plan, en lugar de buscar evitar el incumplimiento total. Muchos analistas consideran que la actual «reestructuración» es un incumplimiento virtual.

 

De esta manera, la Argentina continúa hundiéndose a la deriva en un momento en que es necesario un claro rumbo económico. 

 

Tras el fracaso del llamado «gradualismo», Macri y su equipo limitaron la capacidad de supervivencia del gobierno en un intento de asegurar su reelección. 

 

En ese proceso, Argentina despilfarró las reservas y recursos del Fondo Monetario Internacional que ahora deben ser devueltos. Lo único que se hizo el año pasado fue pasar el día a día, tratando de evitar más corridas del dólar y retrocesos totales que acabarían prematuramente con el gobierno. 

 

El curso de acción lógico habría sido lo que Ricardo López Murphy y Alberto Benegas aconsejaron. Macri debería haber renunciado a sus planes de presentarse a un segundo mandato y dedicarse a corregir el desorden económico. En ese caso, la situación habría sido diferente hoy.

 

Desafortunadamente, a pesar del cambio de liderazgo, el país aún no tiene un plan económico, y, una vez más, Argentina podría quedarse sin pan y pastel. 

 

En otras palabras, así como Macri empeoró la situación y no fue reelegido, el país puede ahora incumplir en cualquier momento, independientemente de las intenciones del nuevo gobierno. 

 

En palabras del propio Alberto, el riesgo de caer en default es «muy alto». El nuevo presidente dijo hoy que Argentina tiene la intención de pagar, pero dentro de los plazos establecidos, no hay posibilidad de cumplimiento.